martes, 4 de septiembre de 2007

CAPÍTULO X

Digitalizado por Carmen Farrando y Emilia Wittenstein

No es extraño, pues, que una vez terminada la Misión, las gentes agradecidas salgan a despedirle varias horas de camino. Son escenas emocionantes. Con frecuencia, desde balcones y ventanas arrojan a su paso una lluvia de pétalos de rosas. Y hay ocasiones en que tiene que intervenir la fuerza pública para protegerle del desmedido afecto de la multitud.

Muchas veces los guardias se ven desbordados por la fuerza masiva y clamorosa de la gente. Para evitar atropellos recurren a una estratagema muy curiosa: con cuatro tablones forman un cuadrado sostenido por hombres corpulentos. En el centro de esta fortaleza improvisada avanza el Padre Claret. Con los ojos bajos y humildes el Misionero prosigue su oración entre las aclamaciones y salvas de la multitud.

Aquellos buenos canarios hubieran deseado que el PADRITO se quedara para siempre con ellos. Por su parte el Padre Claret les habría cobrado un gran cariño. Llego a decir: « Estos canarios me han robado el corazón». Pero después de quince meses de incomparable apostolado en el Archipiélago, recibió orden de regresar a Cataluña. Dejaba en pos de sí, una siembra maravillosa que habría de dar abundantes frutos de bendición.


Zarpa desde Las Palmas a fines de mayo de 1849. La niebla del Océano comienza a ocultar las orillas de Lanzarote, ultima isla evangelizadora. Sobre cubierta, de cara al archipiélago, el P. Claret invoca la protección de Dios sobre todos los habitantes de aquellas islas afortunadas. Una semana después desembarca en el puerto de Tarragona.


Cuando le consultan sobre el modo mejor de emplear ciertas cantidades de dinero, responde siempre invariablemente: “ayude a la prensa católica…Hacen falta muchos libros buenos. Un buen libro puede hacer un bien inmenso”… Todo el dinero que se le ofrece lo consagra a propagar la prensa católica. Y con el fin de lograrlo funda la LIBRERÍA RELIGIOSA, que en los nueve primeros años de funcionamiento había impreso y difundido más de diez millones de libros y folletos.

Sin embargo, la Obra de más relieve que lleva a cabo el Padre CLARET es la fundación de la CONGREGACIÓN DE MISIONEROS HIJOS DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA. Desde hace muchos años esta obsesionado por la idea de perpetuar su labor de Misionero. Se da cuenta de que es un hombre mortal y que a pesar de su celo desbordante, no puede llegar a todo. Por eso, confiando en la Providencia de Dios, decide poner en práctica su íntimo deseo.

Fecha gloriosa y memorable es el 16 de julio de 1849. El Padre Claret se encuentra en una modesta celda del Seminario de Vich, con cinco sacerdotes intrépidos, que se entregan con entusiasmo a su proyecto. Después de haber puesto el nuevo instituto bajo la protección especial de la Reina de los Apóstoles, el Padre CLARET dice a sus compañeros con palabra profética: “Hoy comenzamos una gran obra…“

Un mes más tarde, el Padre Claret es llamado por el señor Obispo de Vich. Le entrega dos cartas: una del Nuncio de Su Santidad, y la otra, del Ministro de Su Majestad la Reina de España. Le nombran “Arzobispo de Santiago de Cuba”. A pesar de sus reiteradas renuncias, se ve obligado a aceptar.

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