domingo, 20 de octubre de 2019

CAPÍTULO XVIII

En la abadía, la vida reemprende su ritmo: el agua salta en las cascadas, y el viento gime entre las ramas de los pinos... El Hermano Teódulo sale por las tardes al campo, en busca de flores y plantas aromáticas con que adornar la tumba del Arzobispo, que venera ya como un santo.

Cuando volvió a renacer la calma en España, el cuerpo del arzobispo fue trasladado a Vich, donde fundó su Congregación de Misioneros. El acontecimiento adquirió categoría de apoteosis. Gentes de toda la región acudieron en masa a venerar las reliquias del santo apóstol que les había enseñado el camino del cielo.

El 25 de febrero de 1934 la Iglesia lo inscribe en el número de los BEATOS. El humilde Misionero, aparece a la veneración del mundo entero en la "Gloria de Bernini"... Las campanas de la Basílica de San Pedro pregonan su gloria. En esa misma Basílica donde el defendió tan ardientemente la Infabilidad Pontificia, se postra ahora ante él, el Vicario de Cristo.

El 7 de mayo de 1950, el Papa Pío XII, le proclama SANTO. En 1962 Juan XXIII inscribe su Fiesta en el calendario de la Iglesia universal, el día 24 de Octubre. En la basílica que lleva su nombre, en Vich, su sepulcro glorioso es meta y centro de constantes peregrinaciones.

Fieles a la consigna de su FUNDADOR y PADRE, los Misioneros Claretianos despliegan su celo en múltiples actividades apostólicas: Misiones, Colegios, Parroquias, Prensa, Propaganda.... "Para salvar las almas, válganse de todos los medios..." Y de todos los medios se vale el INSTITUTO para dilatar el Reino de Cristo en las cinco partes del mundo.

Por su parte, sus Hijas, las MISIONERAS CLARETIANAS, llenan también el mundo con su apostolado eficaz, siguiendo las huellas luminosas de San Antonio María Claret. Con su bendición y espíritu universal multiplican su actividad misionera en los cinco continentes.

Ahora, ya conocés algo de la Vida de San Antonio María Claret. Él, con su ejemplo, te invita a ser apóstol y a dar testimonio de Cristo con tus obras. Que él sea su modelo, sobre todo, en el amor a la Santísima Virgen y a la Eucaristía. 

sábado, 19 de octubre de 2019

CAPÍTULO XVII

-   ¿ Dónde?...
¡En FONTFROIDE!... No lejos de Narbona se halla un valle solitario. Y en la honda del valle una Abadía Cisterciense, del siglo XI, sirve de refugio a una Comunidad de Monjes que pasan su vida rezando y trabajando. Es medianoche, cuando el portero del Monasterio abre la puerta al refugiado.

Hace solo unas horas el Abad ha reunido a la Comunidad para anunciarles la llegada del ilustre huesped. En este oasis de paz el anciano Arzobispo podrá descansar tranquilo. Los religiosos le tratan con el mayor cariño y se desviven por él.  Sobretodo, el Hermano, Teòdulo cocinero del Monasterio.

La paz del claustro y el aire perfumado con la resina de los pinos se han reanimado un poco las energías del enfermo. Pero la calma dura poco tiempo. Los revolucionarios se han enterado de que el Padre Claret está en la Abadía. El Abad repite una y otra vez con energía: "Que vengan si quieren . Al Arzobispo no se lo llevarán.... Yo les he ofrecido hospitalidad y consentiré que lo saquen de aquí".

Los periódicos de la región esparcen la noticia. Unos admiran la conducta del Padre Claret que quiere vivir retirado en la sociedad. Otros siguen atribuyéndole insidiosas maquinaciones para restablecer la monarquía en España. Poco después, empieza a calmarse esta campaña de calumnias y persecuciones contra al Arzobispo, quizá al conocer el estado de su quebrantada salud, puesta otra vez en grave peligro por otra congestión cerebral.

- Hay 2 médicos, amigos de la comunidad, que están de paso, - le dice al enfermo el abad - ¿No cree que sería conveniente que lo vieran?" - "Eso quiere decir que estoy grave, - responde el arzobispo, sonriendo - Está bien. Pero que antes que entre los médicos del cuerpo, permitídme recibir al "Médico que cura el alma". Deseo recibir los Sacramentos. Y a partir de ese momento se abisma en Dios. 

Como una lámpara vacilante se va apagando poco a poco. En la mañana del 24 de octubre de 1870, muere el Padre Claret. Y muere como él mismo había deseado siempre morir: "Sin pecados, sin deudas y sin dinero", Rodeado de sus Misioneros y de los Religiosos de la Abadía, Con el Crucifijo en las manos, Con la plegaria de siempre en los labios: "Almas, Señor, dadme almas..."  

En la iglesia de la Abadía de Fontfroide se celebran con toda solemnidad las honras fúnebres. Durante toda la ceremonia, los Religiosos han visto sorprendidos, una misteriosa avecilla que ha revoloteado acompañando con sus trinos el canto de los monjes y ha permanecido en silencio mientras el celebrante recitaba las oraciones. Acabadas las exequias, la misteriosa avecilla ha desaparecido.

Sencillamente, como un humilde religioso, Monseñor CLARET duerme el último sueño en el recinto del Monasterio. Sobre su tumba, un modesto epitafio, enmarcado entre dos cipreses, dice así: "Aquí descansa Monseñor Antonio María CLARET. Nacido en España y muerto en el destierro en este Monasterio de Fontfroide".

lunes, 14 de octubre de 2019

CAPÍTULO XVI

Reunida en la bahía de Cádiz, la escuadra de la Marina Española anuncia con veintiún cañonazos la proclamación de la República. La Reina Isabel II se ve obligada a refugiarse precipitadamente en Francia, Y llora amargamente mientras el tren la lleva camino del destierro. El Padre Claret acompaña hasta París a la Real Familia.

En la Capital Francesa, el Padre Claret fija su residencia en el Colegio de San Luis de la calle Monceau. Allí ejercita su ministerio. Con frecuencia se acerca al Santuario de Nuestra Señora de las Victorias, sede de la Archicofradía del Inmaculado Corazón de María.

Seis meses después se anuncia oficialmente la apertura del “Concilio Vaticano I”. Los Obispos de todo el mundo se ponen en camino hacia Roma. El Padre Claret participa activamente en los trabajos conciliares. Su intervención en pleno Concilio defendiendo la Infalibilidad Pontificia, ha pasado a la Historia. El Padre Claret es el “Santo del Concilio Vaticano I”.

Llega el mes de mayo. En Roma es calor es agobiante. La salud del Padre Claret está ya muy quebrantada. Un día se le declara un principio de congestión cerebral. Los médicos le aconsejan un clima un poco más templado. El enfermo escoge para su convalecencia la pequeña ciudad de Prades, junto a Perpignan, en los Pirineos Orientales.  Allí están refugiados sus queridos Misioneros, que la Revolución ha expulsado de España.

En aquel apacible rincón de Francia , con los aires del Canigó y los amorosos cuidados de los Misioneros, su salud mejora sensiblemente. De cuando en cuando da un corto paseo. Su mirada y su corazón vuelan, con frecuencia, por encima de las montañas, hacia su querida España. No se imagina el bondadoso Arzobispo que, en aquellos momentos, un horda de revolucionarios atraviesa la frontera, para apoderarse de él.
El día 3 de Octubre, al amanecer, fuertes golpes resuenan en la puerta del Convento de los Misioneros en Prades. Allí están los revolucionario enemigos del Padre Claret. Alguien les ha revelado el retiro del Arzobispo.

Avisado por un amigo, acaba de abandonar la Residencia y ha marchado hacia un lugar desconocido. El Padre CLARET, abrumado por el peso de los años y las fatigas misioneras, conserva la calma de siempre y ruega por sus perseguidores. Las cosas de la Tierra le preocupan ya poco. ¿ Quién lo podría conocer?... Viste una sotana negra y no lleva otro equipaje que el famoso pañuelo de cuadros, de su época misionera.

El caballo lleva un trote menudo…  Sólo el canto monótono de los grillos horada el silencio de la campiña desierta. La luna llena de blancura, el camino solitario. En los labios del Arzobispo florece constantemente un oración. De repente el carruaje se para. El caballo ha topado con una sombría muralla de granito…
-        -   ¿Dónde estamos?...


CAPÍTULO XV

En la capital de España, reemprende sus actividades misioneras. Su elocuencia sencilla y persuasiva entusiasma al pueblo y atrae a las clases cultas de Madrid. Su popularidad crece de día en día.  Pero con ella, aumenta también el odio de los enemigos de las instituciones católicas de España. Llegan a crear una verdadera “Leyenda negra”  para desacreditar la fama del Santo Arzobispo. Y a veces tras la calumnia, pasan a los hechos y al atentado personal.

En cierta ocasión,  ya bien entrada la noche, llaman a la puerta. “Un enfermo grave, quiere confesarse con el Arzobispo”…  El Padre Claret se levanta y acompañado de su secretario parte presuroso. El secretario se queda en el vestíbulo. El Arzobispo penetra en la habitación. Tremendo espectáculo…  A la débil y temblorosa luz de la vela., el Arzobispo ve… un cadáver  que aprieta todavía en su mano un puñal.  La justicia de Dios ha caído sobre el fingido enfermo que pretendía asesinar al Arzobispo.

La Reina Isabel II se propone visitar diversas capitales españolas. Y quiere que su Confesor forme parte del cortejo real. Pero mientras la reina toma parte en fastuosa s recepciones y recibe los homenajes de las multitudes o asiste a las diversiones que le tienen preparadas, el Padre Claret emplea el tiempo en predicar en las iglesias y conventos. Así recorre durante ocho años casi toda España, dejando en pos de sí una estela de renovación y santidad.

Durante la semana que permanece en Sevilla, predica 43 sermones. Como de costumbre, apenas sale a la calle, la multitud le rodea para pedirle la bendición. En una ocasión se le acerca una buena mujer con un niño en los brazos. El Padre Claret, le dice proféticamente: “Señora cuide bien a ese niño, porque está llamado a realizar grandes cosas para gloria de Dios….”.  El Arzobispo no se equivoca, aquel niño será el padre Valencina, gran apóstol de Andalucía.

Dios recompensa amorosamente y bendice a manos llenas al Padre Claret, favoreciéndole con gracias extraordinarias, con el don de profecía y de hacer milagros. Cuando celebra la Misa, los asistentes se quedan impresionados de su fervor y recogimiento. Más de una vez, durante el Santo Sacrificio en la Capilla del Palacio Real le han visto en éxtasis y rodeado de resplandores. Así lo declara solemnemente la misma Reina.

Una noche de Navidad, cuando está dando gracias después de celebrar la Misa del Gallo en la iglesia de las Adoratrices de Madrid, se le aparece la Santísima Virgen y pone en sus brazos al Niño Jesús. El Padre Claret queda inundado de un gozo celestial. Durante toda su vida conservará de aquella Noche Navideña el más delicioso recuerdo. La Virgen le había hecho el mejor regalo de Navidad.

Pero aún le hizo el Señor otro favor más extraordinario. Nos lo dice él mismo: “El 26 de Agosto de 1861, hallándose en oración en la iglesia del Rosario en la Granja, a las siete de la tarde, el Señor me concedió la gracia grande de tener siempre día y noche el Santísimo Sacramento en el pecho, y de conservarlo de una Comunión a otro. Privilegio incomparable que transforma al Padre Claret en Sagrario Viviente.


El Padre Claret trabaja con todas sus fuerzas en un apostolado que se multiplica prodigiosamente. Pero sus esfuerzos no obtienen la respuesta que merecían. Se acercan días amargos para España. El Padre Claret le advierte a su secretario: “Dios está irritado contra España. Dentro de poco la Reina perderá el trono”… Efectivamente, el 18 de Setiembre de 1868, semejante a una erupción volcánica, estalla la revolución.