sábado, 19 de octubre de 2019

CAPÍTULO XVII

-   ¿ Dónde?...
¡En FONTFROIDE!... No lejos de Narbona se halla un valle solitario. Y en la honda del valle una Abadía Cisterciense, del siglo XI, sirve de refugio a una Comunidad de Monjes que pasan su vida rezando y trabajando. Es medianoche, cuando el portero del Monasterio abre la puerta al refugiado.

Hace solo unas horas el Abad ha reunido a la Comunidad para anunciarles la llegada del ilustre huesped. En este oasis de paz el anciano Arzobispo podrá descansar tranquilo. Los religiosos le tratan con el mayor cariño y se desviven por él.  Sobretodo, el Hermano, Teòdulo cocinero del Monasterio.

La paz del claustro y el aire perfumado con la resina de los pinos se han reanimado un poco las energías del enfermo. Pero la calma dura poco tiempo. Los revolucionarios se han enterado de que el Padre Claret está en la Abadía. El Abad repite una y otra vez con energía: "Que vengan si quieren . Al Arzobispo no se lo llevarán.... Yo les he ofrecido hospitalidad y consentiré que lo saquen de aquí".

Los periódicos de la región esparcen la noticia. Unos admiran la conducta del Padre Claret que quiere vivir retirado en la sociedad. Otros siguen atribuyéndole insidiosas maquinaciones para restablecer la monarquía en España. Poco después, empieza a calmarse esta campaña de calumnias y persecuciones contra al Arzobispo, quizá al conocer el estado de su quebrantada salud, puesta otra vez en grave peligro por otra congestión cerebral.

- Hay 2 médicos, amigos de la comunidad, que están de paso, - le dice al enfermo el abad - ¿No cree que sería conveniente que lo vieran?" - "Eso quiere decir que estoy grave, - responde el arzobispo, sonriendo - Está bien. Pero que antes que entre los médicos del cuerpo, permitídme recibir al "Médico que cura el alma". Deseo recibir los Sacramentos. Y a partir de ese momento se abisma en Dios. 

Como una lámpara vacilante se va apagando poco a poco. En la mañana del 24 de octubre de 1870, muere el Padre Claret. Y muere como él mismo había deseado siempre morir: "Sin pecados, sin deudas y sin dinero", Rodeado de sus Misioneros y de los Religiosos de la Abadía, Con el Crucifijo en las manos, Con la plegaria de siempre en los labios: "Almas, Señor, dadme almas..."  

En la iglesia de la Abadía de Fontfroide se celebran con toda solemnidad las honras fúnebres. Durante toda la ceremonia, los Religiosos han visto sorprendidos, una misteriosa avecilla que ha revoloteado acompañando con sus trinos el canto de los monjes y ha permanecido en silencio mientras el celebrante recitaba las oraciones. Acabadas las exequias, la misteriosa avecilla ha desaparecido.

Sencillamente, como un humilde religioso, Monseñor CLARET duerme el último sueño en el recinto del Monasterio. Sobre su tumba, un modesto epitafio, enmarcado entre dos cipreses, dice así: "Aquí descansa Monseñor Antonio María CLARET. Nacido en España y muerto en el destierro en este Monasterio de Fontfroide".

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