En cierta ocasión, ya bien entrada la noche, llaman a la puerta.
“Un enfermo grave, quiere confesarse con el Arzobispo”… El Padre Claret se levanta y acompañado de su
secretario parte presuroso. El secretario se queda en el vestíbulo. El
Arzobispo penetra en la habitación. Tremendo espectáculo… A la débil y temblorosa luz de la vela., el
Arzobispo ve… un cadáver que aprieta
todavía en su mano un puñal. La justicia
de Dios ha caído sobre el fingido enfermo que pretendía asesinar al Arzobispo.
La Reina Isabel II se propone
visitar diversas capitales españolas. Y quiere que su Confesor forme parte del
cortejo real. Pero mientras la reina toma parte en fastuosa s recepciones y
recibe los homenajes de las multitudes o asiste a las diversiones que le tienen
preparadas, el Padre Claret emplea el tiempo en predicar en las iglesias y
conventos. Así recorre durante ocho años casi toda España, dejando en pos de sí
una estela de renovación y santidad.
Durante la semana que permanece
en Sevilla, predica 43 sermones. Como de costumbre, apenas sale a la calle, la
multitud le rodea para pedirle la bendición. En una ocasión se le acerca una
buena mujer con un niño en los brazos. El Padre Claret, le dice proféticamente:
“Señora cuide bien a ese niño, porque está llamado a realizar grandes cosas
para gloria de Dios….”. El Arzobispo no
se equivoca, aquel niño será el padre Valencina, gran apóstol de Andalucía.
Dios recompensa amorosamente y
bendice a manos llenas al Padre Claret, favoreciéndole con gracias
extraordinarias, con el don de profecía y de hacer milagros. Cuando celebra la
Misa, los asistentes se quedan impresionados de su fervor y recogimiento. Más
de una vez, durante el Santo Sacrificio en la Capilla del Palacio Real le han
visto en éxtasis y rodeado de resplandores. Así lo declara solemnemente la
misma Reina.
Una noche de Navidad, cuando está
dando gracias después de celebrar la Misa del Gallo en la iglesia de las
Adoratrices de Madrid, se le aparece la Santísima Virgen y pone en sus brazos
al Niño Jesús. El Padre Claret queda inundado de un gozo celestial. Durante
toda su vida conservará de aquella Noche Navideña el más delicioso recuerdo. La
Virgen le había hecho el mejor regalo de Navidad.
Pero aún le hizo el Señor otro
favor más extraordinario. Nos lo dice él mismo: “El 26 de Agosto de 1861,
hallándose en oración en la iglesia del Rosario en la Granja, a las siete de la
tarde, el Señor me concedió la gracia grande de tener siempre día y noche el
Santísimo Sacramento en el pecho, y de conservarlo de una Comunión a otro.
Privilegio incomparable que transforma al Padre Claret en Sagrario Viviente.
El Padre Claret trabaja con todas
sus fuerzas en un apostolado que se multiplica prodigiosamente. Pero sus
esfuerzos no obtienen la respuesta que merecían. Se acercan días amargos para
España. El Padre Claret le advierte a su secretario: “Dios está irritado contra
España. Dentro de poco la Reina perderá el trono”… Efectivamente, el 18 de
Setiembre de 1868, semejante a una erupción volcánica, estalla la revolución.
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