lunes, 17 de septiembre de 2007

CAPÍTULO XI

Digitalizado por Lucía García y Josefina Silvano

El 6 de octubre de 1850 recibe la consagración episcopal en la catedral de Vich. Don Fortunato, asiste a la ceremonia, gozoso y conmovido. En esta ocasión solemne el Padre Claret añade a su nombre de Antonio, el de María. Quiere demostrar, una vez más, el inmenso amor que profesaba a la Virgen. Y así pasará a la Historia: San Antonio María Claret…

El 28 de Diciembre, es el día de la partida para Cuba. En compañía de varios sacerdotes y religiosas, Monseñor Claret sube a bordo del “Nueva Teresa Cubana”. Los muelles del puerto de Barcelona hierven de gentes venidas de toda Cataluña para despedirle. Cuando el barco comienza a alejarse, la multitud cae de rodillas para recibir la bendición del “Arzobispado Misionero”.

En el barco, el Padre Claret establece una verdadera comunidad parroquial. A la caída de la tarde se reza el Rosario. Y se termina siempre con el canto del Trisagio: Santo Dios… Santo Fuerte… Santo Inmortal… Líbranos, Señor, de todo mal. Y mientras el balanceo del barco acuna a los pasajeros, el soplo de la brisa prolonga el eco de sus cánticos por el inmenso mar.

Durante la travesía, el celo apostólico del Arzobispo le lleva a predicar una Misión a la tripulación y a los pasajeros del “Nueva Teresa Cubana”. Todos escuchan conmovidos las exhortaciones del Misionero. Y todos guardarán de aquella Misión uno de los más gratos recuerdos de su vida.

El 16 de Febrero por la mañana, ya se ve en la lejanía la Isla de Cuba. El Padre Claret invita a los pasajeros a cantar la “Salve Regina”, en acción de gracia por la feliz travesía. A mediodía el barco hace su entrada en la Bahía de Santiago. Toda la ciudad acude a recibir en triunfo a su Arzobispo. Acompañada de un magnífico cortejo, el Padre Claret se dirige a la Catedral y toma posesión de su Diócesis.

Cuba es la más grande de las Antillas. Estrecha y larga, tendida en el mar Caribe, parece un cocodrilo tostándose al sol. Con frecuencia es azotada por los huracanes y las marejadas. Su vegetación es sumamente rica y vigorosa. Entre sus productos de universal renombre, destacan el tabaco y la caña de azúcar.

Aves de vistoso plumaje vuelan entre palmeras reales de blancos y pulidos troncos, que balancean sus penachos bajo un cielo esplendoroso. El buen campesino cubano, sentado a la puerta de su choza, canta el amor de su tierra, al son de la guitarra. Entre tonadas cargadas de melancolía, repite una y otra vez: “…Cuba, Jardín de flores!...”

Ya en su primer viaje, Cristóbal Colón arribó a la Isla habitada por tribus de indios caribes. Hoy, la población es cosmopolita e indefinible. Esta mezcla de razas y culturas supone un grave problema para la evangelización. Pero, Monseñor CLARET posee un temperamento que no se arredra ante las dificultades y los obstáculos.

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